martes, 25 de marzo de 2014

Informe de la ONU: hay que poner fin al control de los alimentos por parte de las Corporaciones

Por Sonali Kolhatkar, 21 de marzo de 2014

Un nuevo Informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, apunta directamente a cómo se producen los alimentos y su distribución a escala mundial. Con un análisis de nuestro sistema alimentario por parte de expertos, como Vandana Shiva y Michael Pollan, el autor del Informe, Olivier de Schutter, solicita una menor intromisión de las grandes empresas agrícolas y un control democrático de los alimentos.
Aunque las recomendaciones del Informe son revolucionarias, los grandes de medios de comunicación no se han hecho eco de su publicación.
De Schutter, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, ha pasado seis años visitando más de una docena de países, concluyendo que el sistema de alimentación de todo el mundo debe ser reconstruido, en base a la incentivación de la agricultura local, sostenible, para que las personas tengan un mayor control sobre lo que desean cultivar y comer. Esto es algo que no suena radical en Estados Unidos, donde se está produciendo una rápida expansión de los mercados locales y el cultivo en los patios y jardines. Pero en las comunidades pobres, sean de Estados Unidos o de otros países, esta idea sí que suena radical. Se trata en definitiva de promover el cultivo local, una agricultura sostenible y una gestión democrática del sistema de alimentación.
El Sistema Alimentario mundial está controlado por un puñado de gigantescas Corporaciones, la mayoría de las cuales tienen sus sede en Estados Unidos, tales como ConAgra, Cargill y PepsiCo. Por las manos de estas Empresas pasan la mayor parte de los alimentos del mundo. Este es un Sistema ambientalmente insostenible, debido a la excesiva dependencia de los fertilizantes químicos, plaguicidas y combustibles fósiles, pero también en su ineficacia en alimentar a la gente. El Programa Mundial de Alimentos estima que 842 millones de personas padecen hambre en todo el mundo.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? La llamada Revolución Verde, a partir de la década de 1940, fue una promesa de que una solución tecnológica con semillas de alto rendimiento, en combinación con fertilizantes y plaguicidas químicos, acabarían con el hambre en el mundo. En cierta medida, la Revolución Verde tuvo éxito en producir grandes cantidades de granos de cereales que alimentan a una gran parte de la población del mundo. Pero, ¿cómo tan pocas empresas lo controlan todo? ¿Y por qué tanta gente aún pasa hambre?
En una entrevista publicada en Uprising con el activista Raj Patel, le hice una pregunta sobré qué ha salido mal en la Revolución Verde y por qué el Informe de De Schutter puede aportar soluciones. Patel es escritor, activista y académico; escribió el libro “Obesos y famélicos: los mercados, el poder y la batalla oculta por el control del Sistema de Alimentos” y “El valor de la nada”, un best-seller según The New York Times. Da clases en la Universidad de Berkeley con Pollan, y es asesor de Schutter. Patel me dijo: “el sistema alimentario del mundo está forjado por una historia de colonialismo, esclavitud e imperialismo”.
Más recientemente, Patel me ha dicho que la Revolución Verde ha dado lugar a “que la agricultura industrial haya sustituido a los trabajadores, teniéndose que desplazar estos a las ciudades. Allí son las personas que tienen más probabilidades de pasar hambre”. Patel también dijo: “Sí, hay más alimentos que se producen a partir de los grandes cultivos básicos, pero se sacrifican otros tipos de cultivos más nutritivos que crecían junto a los cereales”. Poniendo de ejemplo el caso de América Latina, Patel señaló que durante el período de máximo apogeo de la Revolución Verde, “la producción de alimentos aumentó en un 9%, pero también aumentó el hambre”.
Patel sostiene que hay alimentos suficientes para todos, pero “la forma de distribuir la comida es injusta”. En otras palabras, el control de las Corporaciones de las vastas extensiones de monocultivos hizo que muchas personas fueran expulsadas de sus tierras, hasta que sólo han quedado un puñado de empresas que producen más alimentos que nunca, pero persiste una población hambrienta de pobres sin tierra que no pueden permitirse el lujo de alimentarse a sí mismos.
No sólo las empresas de alimentos controlan el Sistema Alimentario, sino que también lo hacen las grandes empresas químicas y de semillas, como Monsanto y Dow Chemical. Durante décadas, Monsanto se ha estado beneficiando de su monopolio en la creación de semillas de maíz y soja modificadas genéticamente, que son resistentes al herbicida Roundup, que fabrica esta empresa. Estas semillas se denominan Roundup Ready (RR), y se vendieron como eficaces y fáciles de usar, pero son semillas que se han diseñado para ser estériles, por lo que los agricultores no pueden guardar sus semillas para la cosecha del próximo año, y dependen por tanto de Monsanto. Pero también resultó que el uso intensivo de productos químicos venenosos, ha dado lugar a que las hierbas se hagan resistentes a los pesticidas (super malas hierbas).
Deseoso de entrar en el mismo juego, Dow Chemical está esperando que se apruebe una nueva semilla modificada genéticamente que es resistente a un pesticida denominado Enlist. El pesticida Enlist contiene una sustancia química que formó parte de las sustancias tóxicas utilizadas en la guerra de Vietnam, el Agente Naranja. Patel se lamentaba de que “se concentra el poder sobre los fertilizantes y las semillas en muy pocas empresas, siendo capaces de manejar el mercado a su antojo”.
En el Informe enviado a las Naciones Unidas, De Schutter propuso como solución la agroecología, que describe como “una forma de recuperar los sistemas alimentarios y en favor de la sostenibilidad”. La agroecología, según Patel, es “un sistema en el que en vez de suplantar a la naturaleza, se trabaja con ella, Así, en lugar de depender de los plaguicidas, por ejemplo, se utilizarían los insectos depredadores para el control de las plagas, por lo que la gestión de las plagas se integra en un ecosistema diverso y complejo”. Esta forma de producir alimentos sustituirá a los monocultivos de maíz, soja y trigo, por una amplia variedad de cultivos, que mejoran el suelo, controlan las plagas y dan cobijo a diferentes especies. Lo más importante, un sistema alimentario agroecológico, dice Patel, es un sistema que frena el cambio climático y es “mucho más fuerte para soportar situaciones climáticas extremas”.
La agroecología va al lado de la soberanía alimentaria, un término adoptado por un fuerte movimiento de más de 200 millones de campesinos, Vía Campesina, que exige el control local y democrático de los alimentos. Así que no es de extrañar que la Industria dominada por las Corporaciones sea muy cautelosa cuando se habla de soberanía alimentaria. Sin embargo, en su Informe dirigido al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, De Schutter escribe: “La soberanía alimentaria es una condición para la plena realización del derecho a la alimentación”. Apunta directamente a las grandes Corporaciones, diciendo de ellas que “los sistemas alimentarios actuales son eficientes desde el punto de vista de maximización de las ganancias a través de los negocios agrícolas”, y añade “a niveles local, nacional e internacional, el marco normativo debe adaptarse con urgencia a otra alternativa, un control democrático”.
Patel insiste en que la noción de democracia “es el meollo, lo más radical de este Informe”. En lugar de hablar de soberanía alimentaria, las Corporaciones y los Gobiernos emplean el término de seguridad alimentaria. Pero técnicamente, dijo Patel, “se puede tener seguridad alimentaria en la cárcel y se le dará suficiente comida para sobrevivir. Pero usted no tiene control sobre este proceso, en la forma en que se cultiva el alimento o cómo la sociedad decide cómo acabar con el hambre”. En otras palabras, el control democrático de nuestro sistema alimentario es lo único que puede romper el control de las Corporaciones sobre lo que comemos y cómo y dónde cultivamos nuestros alimentos, y de eso es precisamente lo que De Schutter ha informado al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Igual que otras necesidades humanas básicas, como el agua, la vivienda y la asistencia sanitaria, la comida no debe estar sujeta a los fines de lucro. Al solicitar el control democrático de nuestros alimentos, De Schutter y Patel están amenazando los intereses comerciales de las más grandes y poderosas Corporaciones del mundo. Teniendo en cuenta que el Informe de De Schutter ha sido presentado a los más altos representantes internacionales de la sociedad civil, tiene el potencial de provocar un cambio, pero sólo si hay suficiente presión desde abajo.
Patel me dijo que el Informe es “tan bueno como lo sea la movilización en favor de su consideración”. Aunque proporciona nuevas argumentos a grupos como Vía Campesina en su lucha en la democratización del sistema alimentario, advierte que es mucho el trabajo por hacer: “necesitamos mantener la organización y la presión, y esto nos permite tener un sueño mucho mayor que el que nos lanzan los Gobiernos, que dicen representarnos”.
© 2014 TruthDig.com
Sonali Kolhatkar es codirectora de la Misión de Mujeres de Afganistán, una organización sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos, que apoya la defensa de los derechos de las mujeres en Afganistán. Sonali es coautora de Bleeding Afghanistan: Washington, Warlords, and the Propaganda of Silence.” Es presentadora y productora de Uprising, un programa de radio sindicado con Pacifica Network
 http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2014/03/22/informe-de-la-onu-hay-que-poner-fin-al-control-de-los-alimentos-por-parte-de-las-corporaciones/

Radical UN Report Promotes Democratic Control of Food and an End to Corporate Domination

 A new report submitted to the United Nations Human Rights Council on the “Right to Food” took aim at the entire basis on which food is produced and distributed on a global scale. Reflecting the type of progressive analysis of our food system from experts like Vandana Shiva and Michael Pollan, report author Olivier De Schutter called for an undermining of large agribusinesses and an infusion of democratic control.
Although the report’s recommendations are revolutionary, news of its release went largely unreported in the major U.S. media.
De Schutter, the U.N. special rapporteur on the right to food, spent six years visiting more than a dozen countries and concluded that the world’s entire food system should be rebuilt, starting with the promotion of local, sustainable farming so that ordinary people have control over what they can grow and eat. This certainly does not sound radical to those of us in U.S. cities where there has been a rapid expansion of farmers markets and an explosion in backyard farming. But in poor American communities and in poor countries as a whole, it is a radical notion for food to be grown locally, sustainably and democratically. 
The world’s food system is controlled by a handful of giant corporations, the majority of which are based in the U.S., such as ConAgra, Cargill and PepsiCo. These companies are a bottleneck through which most of the world’s food is forced, in order to feed most of the world’s people. Not only is this method environmentally unsustainable given its overreliance on chemical fertilizers, pesticides and fossil fuels, but it is also inefficient at actually feeding people. The World Food Programme estimates that there are 842 million hungry people worldwide.
How did it get this way? The “Green Revolution” starting in the 1940s was a promise that a technological fix of high-yielding grains cultivated for mass planting, used in combination with newly developed chemical fertilizers and pesticides, would eliminate world hunger. By some measures the Green Revolution was indeed successful in producing vast amounts of cereal grains that feed a large chunk of the earth’s population. But how did so few companies end up at the top? And why are so many people still hungry today?
In an interview on Uprising, I asked food justice activist Raj Patel to explain what went wrong with the Green Revolution and why De Schutter’s report may provide a panacea. Patel is a writer, activist and academic, and he wrote the book “Stuffed and Starved: Markets, Power and the Hidden Battle for the World’s Food System” as well as the New York Times best-seller “The Value of Nothing.” He teaches a class at UC Berkeley with Pollan called Edible Education and is an adviser to De Schutter. According to him, “the food system is carved out of a history of colonialism, of slavery, of empire.”
Today, Patel told me, the Green Revolution has resulted in “substituting chemicals for workers and that means you have displaced people who end up moving to cities. And these are the people who are most likely to be going hungry.” Patel conceded that, “yes, there is more food produced if you measure just the big commodity crops.” But, he noted, “you sacrifice the other kinds of more nutritious crops that were growing alongside the cereals.” Pointing to Latin America as an example, Patel told me that during the peak of the Green Revolution, “food production went up by 9 percent, but so did hunger.”
Patel maintained that “there is enough food,” but “the way in which we distribute the food is unjust.” In other words, corporate control of these vast monocultured farms grew even as more people were pushed off land slated for cultivation, until all that is left are a handful of wealthy businesses producing more food than ever and a hungry population of landless poor that cannot afford to feed itself.
It is not just food corporations that control our food system, but also large chemical and seed companies such as Monsanto and Dow Chemical. For decades, Monsanto has benefited from a monopoly it created through its genetically engineered corn and soy seeds that are impervious to its own brand of pesticide called Roundup. The Roundup Ready seed-pesticide system was easy and efficient for farmers to use—except that the seeds are also engineered to be sterile so farmers cannot save seeds for next year’s harvest and are thus dependent on Monsanto year after year. Not only has this method resulted in crops that rely on heavy use of poisonous chemicals, it has also given rise to dangerous “super weeds” that are resistant to pesticides.
Eager to jump into the game, Dow Chemical is awaiting approval of a similar genetically engineered seed and pesticide duo called Enlist. The Enlist pesticide contains a chemical that was part of the cocktail of toxins used in the Vietnam War called Agent Orange. Patel lamented how “the power over fertilizers and seeds is concentrated in the hands of very few companies,” and that “they are able to bend the market to their will.”
In his report for the United Nations, De Schutter suggested as a solution the idea of “agroecology,” which he described as “a way to improve the resilience and sustainability of food systems.” Agroecology, according to Patel, is “a system where instead of supplanting nature, you work with it. So instead of relying on pesticides, for example, you would [rely on] plants that attract beneficial predatory insects that will take care of the pests, so that the management of pests is integrated into a diverse and complex ecosystem.” Patel said this method of food production would replace monocultures of corn, soy and wheat with polycultures of lots of different plants that have a variety of benefits such as soil improvement, pest control and shade. Most importantly, an agroecological food system would be, Patel said, one that is the most “climate-change ready” and “much more robust in terms of external climate shocks.”
Agroecology is also consistent with the idea of “food sovereignty,” a term embraced by food justice activists and groups like the 200-million-strong peasant farmer movement La Via Campesina to demand local and democratic control of food. So it is no surprise that the corporate-dominated industry is extremely wary when the words “food sovereignty” are bandied about. Yet, in his report to the U.N. Human Rights Council, De Schutter boldly wrote, “Food sovereignty is a condition for the full realization of the right to food.” He explicitly took aim at big corporations, warning that “the current food systems are efficient only from the point of view of maximizing agribusiness profits,” and added that “[a]t the local, national and international levels, the policy environment must urgently accommodate alternative, democratically-mandated visions.”
Patel concurred that this notion of democracy “is the real heart of what’s radical in this report.” He told me that rather than “food sovereignty,” corporations and governments like the term “food security.” But “technically,” Patel said, “you can be food secure in prison and be given sufficient food to survive. But you have no say in that process, in how that food is grown or how society has decided how to end hunger.” In other words, democratic control of our food system is the only thing that can break corporate control of what we eat and how and where we grow our food, and that is exactly what De Schutter has reported to the U.N. Human Rights Council.
Like other basic human needs such as water, shelter and health care, our food shouldn’t be subject to the drive for profit. In calling for democratic control of our food, De Schutter and Patel are threatening the business interests of some of the world’s largest and wealthiest corporations. Given that De Schutter’s report has been submitted to the highest international representatives of civil society, it has the potential to effect change, but only if there is enough pressure from below.
Patel told me the report is “only as good as the mobilization that is able to use it.” Although it provides “ammunition to groups like La Via Campesina in their ongoing fight to be able to democratize the food system,” he warned that there is much work to be done, saying, “we do need to keep organizing and to keep the pressure up and in fact to be dreaming much bigger than we’re allowed to be dreaming by the governments that purport to represent us.”


Fuente:  http://www.commondreams.org/view/2014/03/21-0

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