sábado, 24 de mayo de 2014

El coste social de los transgénicos

El coste social de los transgénicos

by noticiasdeabajo

Por Paul Craig Roberts, 23 de mayo de 2014

Los economistas preocupados por las cuestiones ecológicas, como Herman Daly, dicen que cuanto más aumenta la población en el mundo mayores serán los costes sociales o externos de la producción.
Los costes sociales o externos son aquellos costes de producción que no son asumidos en el precio de un producto. Por ejemplo, las zonas muertas existentes en el Golfo de México, resultado de las grandes cantidades de productos químicos emitidos en la producción agrícola no son incluidos en los costes de producción. El precio de los alimentos no tienen en cuenta los daños causados en el Golfo de México.
La producción de alimentos genera unos costes sociales. De hecho, cuanto más parece que se reduce el coste medio de producción de los alimentos, mayor es el coste que se impone a la sociedad.
Consideremos la cría intensiva de animales. La alta densidad de animales en muy poco espacio resulta en una concentración de gérmenes y en la necesidad de utilizar una gran cantidad de antibióticos. La supuesta reducción en el coste de los alimentos contribuye a la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos, lo que supone un coste adicional a la sociedad que supera la compensación en el ahorro de los precios de los alimentos.
Monsanto ha reducido el coste medio en la producción de los alimentos mediante el desarrollo de semillas modificadas genéticamente, pero ha dado lugar a plantas que son resistentes a plagas y herbicidas. El aumento de los rendimientos y disminución de los costes medios de producción, sin embargo, ha acarreado unos costes sociales o externos que más que compensar reducen las ventajas. Por ejemplo, los efectos tóxicos sobre los microorganismos del suelo, la disminución de la fertilidad del suelo y un deterioro del valor nutricional de los alimentos, e infertilidad en los seres humanos y animales.
Cuando el patólogo y mibrobiólogo Don Huber de la Universidad de Pardue mostró que se producían consecuencias no intencionadas con los cultivos transgénicos, otros científicos se mostraron reacios, ya que sus carreras dependen de becas de investigación que otorga la Industria Biotecnológica. En otras palabras, Monsanto controla esencialmente la investigación de sus propios productos.
En el libro de Jeffrey M. Smith La ruleta genética, dice: “Los alimentos modificados genéticamente son inherentemente inseguros, y las evaluaciones de seguridad no son fiables para protegernos e identificar la mayoría de los peligros que representan”. Poco a poco se van acumulando pruebas en contra de este tipo de alimentos, sin embargo los Gobiernos siguen sin aprobar normas para el etiquetado de estos productos, ya que están bajo su dominio.
Los pesticidas están dañando a las aves y las abejas. Hace ya algunos años nos enteramos que la ingestión de pesticidas por parte de algunas aves las está llevando al límite de la extinción. También se está produciendo una gran mortandad de abejas, perdiendo su miel y su importante papel en la polinización de las plantas. Esta pérdida tiene varias causas: pesticidas como el sulfoxaflor y el tiametoxam, producidos por Dow y Syngenta. Dow está presionando a la Agencia de Protección Ambiental para que permita la presencia de residuos de sulfoxaflor en los alimentos, y Syngenta recomienda rociar varias veces su pesticida sobre la alfalfa, lo que superaría las cantidades actualmente permitidas.
A medida que las Agencias de regulación caen bajo las redes de la Industria, las Empresas siguen contaminando los alimentos, a las personas y los animales. Aumentan los beneficios de Monsanto, Dow o Syngenta, y todo ello porque los costes asociados a la producción recaen sobre terceros o sobre la vida misma.
Muchos países han impuesto restricciones sobre los alimentos transgénicos. Las leyes rusas equiparan el cultivo de los transgénicos con actos terroristas y quieren imponer sanciones penales. El parlamento francés aprobó una prohibición de los cultivos transgénicos. Sin embargo, Washington presiona a los Gobiernos en nombre de sus mecenas, las grandes empresas Biotecnológicas y Químicas. Dick Cheney, cuando fue vicepresidente, usó su cargo para poner en las Agencias Ambientales a los ejecutivos de las Corporaciones, impidiendo ejercer acciones legales y dificultando la labor de protección del medio ambiente y permitiendo la contaminación de la cadena alimentaria. En lugar de proteger a las personas buscan la forma de conseguir puestos de relieve en las grandes empresas una vez que salen del Gobierno. El economista George Stigler viene denunciando esto desde hace varios años.
El público desea que se etiqueten los alimentos modificados genéticamente, pero Monsanto y la Asociación de Fabricantes de Comestibles lanzan campañas para evitarlo. El pasado 8 de mayo el gobernador de Vermont firmó una ley que obliga al etiquetado. La respuesta de Monsanto ha sido la de demandar al estado de Vermont.
La oposición por parte de la Agroindustria al etiquetado resulta sospechosa. Parece que pretenden ocultar información al público, y esto no es algo positivo en las buenas relaciones públicas. Actualmente, el hecho de que un alimento esté etiquetado como natural no quiere decir que no contenga transgénicos.
Las ventajas de la Ingeniería Genética también son desconocidas, y los costes podrían superar a los supuestos beneficios. Lo que los economistas llaman “producción a bajo coste” podría convertirse en costes muy elevados.
Los economistas de la corriente neoclásica no cejan en su sueño de superar los costes externos, porque piensan que siempre hay una solución. De este modo creen que se puede hacer frente a la contaminación poniendo un precio por contaminar, lo que obligaría a las empresas que más contaminan a desistir. Piensan que de este modo se acabaría con la contaminación. También creen que los recursos son ilimitados, porque consideran que el capital puede sustituir al patrimonio de la naturaleza. Crean un mundo donde reina la fantasía, en el que cada vez se produce más y más sin que eso agoten los recursos naturales. [Véase por ejemplo: Sobre el pico del petróleo y el tecnodinamismo]
Al contrario, los economistas que tienen en cuenta los ciclos ecológicos piensan de un modo diferente. El patrimonio de la naturaleza, es decir, los recursos minerales y la pesca, se están agotando y el medio se ha llenado de contaminantes, tanto en el suelo, como el aire y el agua. Cada acto de producción genera desechos y por tanto contaminación. Como no se miden los costes externos y el agotamiento de los recursos naturales, no hay forma de saber si el aumento de la producción es económica o antieconómica. Todo lo que podemos decir es que estos costes no repercuten en el precio de un producto.
Esto significa que en un mundo cada vez más poblado, la economía neoclásica resulta más irrelevante y menor es su capacidad de contribuir a la compresión de los problemas. Nos dicen si el PIB sube o baja, pero no sabemos el coste real de producción (1).
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1.- Para más información sobre estas cuestiones, puede leer mi libro The Failure of Laissez Faire Capitalism and Economic Dissolution of the West, y el sitio web: http://steadystate.org. [↩]
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http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2014/05/24/el-coste-social-de-los-transgenicos/

The Social Cost of GMOs

The Social Cost of GMOs

Ecological economists such as Herman Daly write that the more full the world becomes, the higher are the social or external costs of production.
Social or external costs are costs of production that are not captured in the price of the products. For example, dead zones in the Gulf of Mexico that result from chemicals used in agriculture are not included as costs in agricultural production. The price of food does not include the damage to the Gulf.
Food production is a source of large social costs. Indeed, it seems that the more food producers are able to lower the measured cost of food production, the higher the social costs imposed on society.
Consider the factory farming of animals. The density of operations results in a concentration of germs and in animals being fed antibiotics. Lowering the cost of food in this way contributes to the rise of antibiotic resistant superbugs that will impose costs on society that will more than offset the savings from lower food prices.
Monsanto has reduced the measured cost of food production by producing genetically modified seeds that result in plants that are pest and herbicide resistant. The result is increased yields and lower measured costs of production. However, there is evidence that the social or external costs of this approach to farming more than offsets the lower measured cost. For example, there are toxic affects on microorganisms in the soil, a decline in soil fertility and nutritional value of food, and animal and human infertility.
When Purdue University plant pathologist and soil microbiologist Don Huber pointed out these unintended consequences of GMOs, other scientists were hesitant to support him, because their careers are dependent on research grants from agribusiness. In other words, Monsanto essentially controls the research on its own products.
In his book, Genetic Roulette, Jeffrey M. Smith writes: “Genetically modified (GM) foods are inherently unsafe, and current safety assessments are not competent to protect us from or even identify most dangers.” The evidence is piling up against such foods; yet the US government is so totally owned by Monsanto that labeling cannot be required.
Pesticides damage birds and bees. Some years ago we learned that ingestion of pesticides by birds was bringing some species near to extinction. If we lose bees, we lose honey and the most important pollinating agent. The rapid decline in bee populations have several causes. Among them are the pesticides sulfoxaflor and thiamethoxam produced by Dow and Syngenta. Dow is lobbying the Environmental Protection Agency to permit sulfoxaflor residues on food, and Syngenta wants to be able to spray alfalfa with many times the currently allowed amount of thiamethoxam.
As the regulators are more or less in the industry’s pocket, the companies will likely succeed in their efforts to further contaminate the food of people and animals. The profits of Monsanto, Dow, and Syngenta are higher, because many of the costs associated with the production and use of their products are imposed on third parties and on life itself.
Many countries have put restrictions on GMO foods. Lawmakers in Russia equate genetically engineered foods to terrorist acts and want to impose criminal penalties. The French parliament has approved a ban on GMO cultivation in France. However, Washington lobbies foreign governments on behalf of its agribusiness and chemical donors. Dick Cheney used his two terms as vice president to staff up the environmental agencies with corporate friendly executives. Just as the political appointees at the SEC would not let SEC prosecutors bring cases against the big banks, environmental regulators have a difficult time protecting the environment and food supply from contamination. The way Washington works is that the regulators protect those they are supposed to regulate in exchange for big jobs when they leave government. The economist, George Stigler, made this clear several decades ago.
The public favors labeling of genetically engineered food, but Monsanto and the Grocery Manufacturers Association have so far been successful in preventing it. On May 8 the governor of Vermont signed a bill passed by the state legislature that requires labeling. Monsanto’s response is to sue the state of Vermont.
The opposition to labeling by agribusiness is suspicious. It creates the impression of hiding information from the public. Normally, this is not good public relations. Currently, foods are mislabeled when genetically engineered food is labeled “natural.”
Breakthroughs in science and technology allow mere humans to play God with insufficient information. The downsides of genetic engineering are unknown, and the costs could exceed the benefits. What economists term “low cost production” might turn out to be very high cost.
Neoclassical economists do not lose sleep over external costs, because they think that there is always a solution. They think that the way to deal with pollution is to price it so that the entity that most needs to pollute ends up with the right. Somehow this is thought to solve the problem of pollution. Neoclassical economists think that it is impossible to run out of resources, because they believe man-made capital is a substitute for nature’s capital. It is a fantasy world in which we become ever more productive and better off and never run out of anything.
Ecological economists see the world differently. Nature’s capital, such as mineral resources and fisheries, are being depleted, and the disposal sinks for wastes are filling up, with land, air, and water being polluted. Every act of production produces useful products and wastes. As external costs and the depletion of nature’s capital are not measured, we have no way of knowing whether an increase in output is economic or uneconomic. All we can tell is whether the costs that are measured are covered by the price of the product.
What this means is that in a full world, neoclassical economics becomes less meaningful and is less able to contribute to our understanding of problems. It cannot even tell us whether GDP is rising or falling as we do not have a measure of the full cost of production.1
  1. For further information on these issues, see my book, The Failure of Laissez Faire Capitalism and Economic Dissolution of the West, and the website: http://steadystate.org. []                             Paul Craig Roberts is an American economist, author, columnist, former Assistant Secretary of the Treasury, and former editor and columnist for corporate media publications. He is the author of The Failure of Laissez Faire Capitalism. Read other articles by Paul, or visit Paul's website.                                                                                                                     http://dissidentvoice.org/2014/05/the-social-cost-of-gmos/#more-54290